Sírvame el apoyo expresado al pueblo de Cuba y la afirmación de que Cuba y Puerto Rico nunca se debieron perder para mostrar la simpatía que nos despierta la figura de Laura Pollán, destacada anticastrista.
La relación con estas naciones del Caribe se mantiene. No va para más de una semana que me entretuve hablando con un nacional de aquellos países que vive en Galicia y conserva como oro en paño un acopio de libros del XIX y XX que se trajo desde acullá. En lo mismo son multitud las publicaciones y las relaciones personales que existieron entre Galicia y Cuba y Puerto Rico cuando La Casa de la Troya se estaba viviendo y con posterioridad escribiendo.
Valga esta historia al margen como la de un ambiente y unos grupos que acompañaron la atmósfera que rodeó la novela de don Alejandro. Los Pollán, los Enríquez, los Donesteve, los Ramón, los Vicuña, y los Nieto que Lugín saca en La Casa de la Troya, pertenecían al eje demográfico que desde León conduce hasta La Rioja y Navarra; o desde León baja no más que hasta Salamanca; o llega a Madrid, a Valencia, a Barcelona, a Zaragoza, a Pamplona, a Bilbao, a Santander; o se encuentra en la ya muy cercana Asturias.
Don Alejandro intimó con algunas ramas de las que portan estos apellidos, pero salvo mejor opinión no tuvo ninguna relación personal con los antepasados de Ignacio Donesteve, Curros Enríquez y la línea de doña Laura cuando tomando el barco en el fondeadero de Coruña emprendió la aventura cubana. Repito. Puede ser que en el mismo momento en el que el barco de los nuevos esclavos hacía sonar su sirena al doblar la Torre de Hércules, don Alejandro, don Manuel Linares Rivas, Barreiro y Casás estuvieran dansando en el Jardín de Méndez Núñez; durante la semana grande de Coruña.
Me extenderé sobre el pueblo de origen de la ardiente luchadora cubana.
En particular, el pueblo maragato es una de las asambleas demográficas malditas de España, junto a los Chuetas de cuya sangre nació Juan March; los Vaqueiros; los Vascones; y los Agotes que dio origen a José María Aznar, también presidente de gobierno. Estas tribus tuvieron unas costumbres y un folk peculiar; y el orgullo de la etnia diferenciada que les llevaba a sentirse superiores.
Los maragatos fue un pueblo muy rico, culto e íntegro, que se dedicaba a la labranza por sí mismo y sus propios criados, ayudados por los segadores gallegos; al tiempo saltó al camino en el oficio de guías para la gente que atravesaba las estribaciones de las cordilleras que hacían frontera entre León y Galicia y Asturias y Cantabria. Sus grandes y hermosas reatas y su estar le granjearon diversos puestos políticos y las inexistentes medallas de pertenecer al grupo más señalado de los potentados de la capital de España y de las rutas comerciales que discurrían por el interior del país. En esta función obtenían los contratos más sabrosos del Estado, cual era el de transportar y responsabilizarse de los caudales que circulaban entre las diferentes delegaciones provinciales del Banco de España. El comercio y las figuras más destacadas de esta Asambleé de gens han sido historiadas y han merecido congresos, exposiciones y monografías. Con la llegada del tren algunos maragatos optaron por emigrar. El negocio del transporte en reata de las mercadurías de gruesa del siglo XIX: vino, cacao, pescado, moneda, tejidos, muebles y tabaco había llegado al principio de su fin. La franja costera del nor-noroeste español y Cuba, Argentina y Méjico fue el destino de varias de sus estirpes; que por lo más eran propietarios y estaban ya instaladas en destino desde hacía por lo menos un siglo. Allí podrían seguir su comercio en lonja propia y su empresa en las fábricas de curtidos, tejidos y salazón. Al otro extremo de España los vascos hacían la ruta Vasconia-Madrid transportando los mismos enseres, con la peculiaridad de que también beneficiaban útiles de hierro.
Esta situación ambienta los años de la novela. Por los caminos circulaban los arrieros gallegos, los maragatos y los carromateros; las calesas, las galeras y los coches de diligencia. Este modo de transporte permaneció durante décadas pues las últimas diligencias todavía circulaban en 1925. En una nota dentro de las jornadas de un ensayo se afirma que los transportistas eran los maragatos. Honor que les hace, pero se olvida mi querido ensayista que todos los pueblos de España tenían arrieros, corsarios y carromateros en propiedad.
Los pueblos que emigraron a Galicia en estas décadas fueron los maragatos, los vascos, los cameranos-riojanos y los hermanos del Bierzo.
En general y en la época en que Gerardo y Carmiña se conocieron en Santiago: los maragatos se dedicaban a la fabricación de salazón, al comercio del vino al mayor y tejidos; los vascos al curtido de la piel, la fabricación de telas y sombreros, la hospedería y la venta de la leche bajo el sobrenombre de vasquitos; los cameranos-riojanos al comercio del tejido y el préstamo; y los bercianos, a lo mismo, al giro bancario y el comercio de tejidos.
En los fondos de Fembiella Art’s se conserva una foto de la boda de los posibles antepasados de la política cubana Laura Pollán, anticastrista y cabeza de las madres de los presos y desaparecidos en Cuba; en más o en menos por el tiempo en que Carmiña se casaba con Gerardo. Los antepasados de doña Laura, que no estaban de luto como le ocurre a Carmiña, lo hacen con la alegría y los usos propios de este acto. En la foto, la joven señora viste un hermoso traje blanco de novia mientras que su caballerete sigue la etiqueta más rigurosa de los novios, que siempre visten igual.
Lucindo-Javier Membiela
*Extraído del glosario a la Edición Mayor de La Casa de la Troya, de próxima publicación.
*Billete del Banco Español de la Habana, perteneciente al tiempo de La Troya.