De la autoría de José de Espronceda y de inspiración romántica, fue muy popular en el siglo XIX.
La leyenda del estudiante de Salamanca se cita en varias de las novelas que a su vez son los inmediatos antecedentes de La Casa de la Troya.
Por el contrario Lugín, remetido ya en el cinema del siglo XX y a partir de 1912 en el ambiente del baile del trote del zorro, vulgo foxtrot, nunca deseó inmiscuirnos en la galerna medieval ni oír la algarabía gótica, sino que por el contrario siempre se bañó en un balneario, haciendo pie y con un flotador de corcho comprado en la fábrica que Dionisio Tejero tenía en la plaza del Rastro de Coruña, con delegación en Vigo y Carril.
En un corto lapso de tiempo los motivos y los temas de la poesía y la novela habían variado. El estilo y el enfoque ya no eran los mismos.
Poco antes el Marqués de Figueroa, doña Emilia Pardo Bazán y el profesor R. Carracido hicieron de puente rindiéndole pleitesía a don José de Espronceda; del que en La Casa de la Troya ya no queda sino el jocoso rastro de la jornada del asalto al pazo del Faramello. En estos autores la muerte en ringo-rango o un parentesco o despedida trágica, a la manera de El estudiante, le eran todavía encomiables; pero en La Casa no hay el quién, el cómo y el cuándo que nos lo recuerde. Ni siquiera en la escena del fallecimiento de don Laureano Castro o en una alusión a la consanguinidad entre Octavio Maragoto y Carmiña Castro y Retén.
Lucindo-Javier Membiela
Matías Membiela-Pollán
*José de Espronceda (1808-1842).